El gobernador de Venezuela recurre a la fuerza moral

Las dictaduras no deberían hacer esto: el 4 de mayo, el régimen autocrático del líder venezolano Nicolás Maduro nombró a dos activistas cívicos independientes para un organismo gubernamental de cinco miembros que dirige las elecciones. Un designado, Roberto Picón, incluso había pasado seis meses en prisión por tratar de salvar la poca democracia que queda en un país sin libertad y reprimido durante mucho tiempo por el miedo.

Estados Unidos y otros se aprovecharon de la pequeña concesión de Maduro como un posible primer paso hacia el regreso a la democracia. Unos días después, la principal figura de la oposición, Juan Guaidó, abandonó su posición de que Maduro debe dejar el cargo antes de que se celebren las elecciones.

Sin embargo, la medida puede tener un significado más profundo, uno visto recientemente en muchos países donde los autócratas no han respondido bien a la pandemia.

Venezuela tiene un número creciente de voluntarios en grupos cívicos independientes que buscan poner fin a la crisis política y humanitaria del país. De hecho, los dos nominados fueron nominados por el Foro Cívico, una coalición no gubernamental de sindicatos, religiosos, académicos y otros grupos. A medida que su legitimidad se ha desvanecido, Maduro puede buscar adornar su gobierno con figuras confiables de organizaciones de base, llenando un vacío en el liderazgo moral.

«La sociedad civil venezolana está emergiendo cada vez más como una fuerza significativa y autónoma», dice un informe del 6 de mayo de International Crisis Group. En particular, dice el informe, el Foro Cívico ha estado activo en el tratamiento de COVID-19, buscando reformas económicas y aliviar el sufrimiento generalizado.

Bajo el régimen de Maduro, la economía de Venezuela colapsó. Ahora es la peor emergencia humanitaria en América Latina. En abril, el gobierno finalmente acordó permitir que el Programa Mundial de Alimentos ingrese al país y alimente a 1,5 millones de niños. Venezuela ocupa el cuarto lugar en el mundo en términos de inseguridad alimentaria.

Las democracias dependen de pequeños pelotones de individuos desinteresados ​​que forman asociaciones independientes que elevan a la sociedad, tanto para garantizar el estado de derecho como para alimentar a las personas que padecen hambre. Incluso bajo regímenes autoritarios, la gente encuentra formas de expresar esta libertad de asociación natural. A veces, los dictadores inclinados a reprimir esa actividad pueden recurrir a ella. Sus propias deficiencias contribuyen a resaltar el bien cívico de la sociedad civil.

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